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La isla Robben, en Sudáfrica, tiene una historia profundamente simbólica, ya que fue el lugar donde Nelson Mandela estuvo encarcelado durante años en su lucha por la justicia y la libertad. Hoy en día, la isla es un importante destino turístico y punto de partida para un desafiante recorrido de natación. Pero para Karli, ese desafío no solo era una prueba física, sino una oportunidad para demostrar valores como la solidaridad, la empatía y la entrega.

A sus pocos años, Karli se ha convertido en la nadadora más joven en completar este desafío, pero lo más impresionante no es su hazaña en sí, sino su motivación: no nadó por fama o elogios, sino para ayudar a los niños más vulnerables de su comunidad. Con su esfuerzo, busca recaudar fondos y recursos para mejorar las condiciones de vida de aquellos que, como ella mencionó, no tienen padres o enfrentan grandes dificultades.

Este acto de generosidad y compromiso pone de relieve los valores que Karli ha aprendido desde muy pequeña: el amor por el prójimo, el deseo de hacer una diferencia en el mundo, y la convicción de que, a pesar de su juventud, puede influir de manera positiva en la vida de otros. Su historia es un recordatorio de que los actos desinteresados, por pequeños que sean, pueden generar un gran impacto.

El esfuerzo de Karli, más allá de ser una proeza deportiva, es una lección de humanidad y de cómo los valores del cuidado, la compasión y el servicio pueden transformar vidas.

A continuación, un informe cortesía de la  Alianza Global de Noticias (GNA).