Hay tareas hogareñas que son bastante tediosas. Por ejemplo cuando tiendo ropa al sol, intento pensar en otra cosa más interesante, a modo de evasión. Otras veces ni siquiera pienso. Dejo el cerebro en “piloto automático” y sigo. Pues bien, estaba un día tendiendo ropa en el patio de casa cuando me hice a mí mismo, en silencio y mientras veía que me faltaban algunos broches, una pregunta trascendental: “-¿Querría ella salir conmigo?”.
En eso pasa un chimango a los gritos pelados diciendo:
-“¡Quiere, quiere!”.
Al principio sonreí, incrédulo, pero decidí prestarle mayor atención.
-“¡Quiere, quiere!”- seguía gritando como loco: Había escuchado bien. Lo interpreté, feliz y esperanzado, como una señal de la naturaleza. El Universo mismo conspiraba a mi favor.
Seguí su consejo, la invité. Y me dijo que no, rotundamente. NO.
Chimango de mier… Ahora comprendo que la naturaleza tiene mil maneras de reírse de uno.
Edu Fantini
@edufax